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viernes, 26 de octubre de 2012
Papelera y contaminacion ambiental
Derecho ambiental en Argentina
En los últimos 50 años, los seres humanos han cambiado los ecosistemas de
manera más rápida y extensa que en cualquier otro periodo de la historia. Esto
dice un informe de síntesis de la "Evaluación de los ecosistemas del Milenio"
presentado en marzo de 2005 por la Organización de las Naciones Unidas. Ello se
hizo en gran medida para satisfacer las crecientes demandas de alimentos, agua,
madera, fibras y combustible. Desde 1945 hasta hoy se ha destinado a la
agricultura una cantidad mayor de nuevas tierras que en los siglos XVIII y XIX
juntos. Más de la mitad de todos los fertilizantes sintéticos a base de
nitrógeno han sido utilizados entre 1985 y la actualidad. Ello ha causado una
pérdida significativa de la diversidad de la vida en el planeta, en gran parte
irreversible, ya que entre 10 y 30 por ciento de los mamíferos, las aves y los
anfibios están ahora en peligro de extinción.
Los cambios en los ecosistemas han permitido hacer progresos muy importantes para el bienestar humano y el desarrollo económico, pero ello ha implicado un costo cada vez más alto en términos de degradación de otros servicios naturales. Sólo cuatro de los servicios que proporcionan los ecosistemas han experimentado mejoras en los últimos 50 años: mayor producción de granos, de carne y de pescado gracias a la acuicultura, y el secuestro de carbono, que favorece la regulación del clima a nivel mundial, ha sido mayor. Dos de los servicios, la pesca de captura y el agua dulce, se sitúan en cambio en niveles muy inferiores a la demanda actual, y mucho menos a la demanda futura. Estos problemas harán disminuir significativamente los beneficios que serían esperables para las generaciones futuras.
Este informe pone en primer plano una teoría del Siglo XIX elaborada por Robert Malthus: el crecimiento económico y la demanda de alimentos de una población en rápido ascenso numérico hace prever un aumento rotundo del consumo de los recursos naturales. Y esto conlleva, de no hacerse las previsiones necesarias, el deterioro y/o agotamiento de algunos de ellos.
El Reverendo sostenía que existía una discrepancia entre el crecimiento de la población y las posibilidades de expansión de la oferta de alimentos, porque en la época que escribe, (1793 fue la primera edición y 1798 la segunda y más difundida) los alimentos dependían exclusivamente de la extensión de la tierra cultivable. No tenía en cuenta el cambio tecnológico que posibilitaría posteriormente el aumento de rindes por unidad de factor. Este fenómeno de imposibilidad física, denominada más adelante ley de los rendimientos decrecientes, implicaba poner de manifiesto las limitaciones propias de todo proceso de crecimiento. Para él la población crecía geométricamente y los alimentos aritméticamente, por lo que creía apocalípticamente que llegaría el hambre y la miseria al grueso de la población. La pobreza está presente allá donde hay más bocas que panes y más cabezas que sesos. Sin embargo los sesos funcionaron y el hombre, mediante la tecnología, logró evitar que se frenara la tasa de crecimiento.
La historia de la tecnología podría decirse que es la historia de la evolución humana. El hombre, en tanto es capaz de pensar y de crear, puede desarrollar procedimientos y utilizar recursos para modificar o manipular su entorno. El hombre ha modificado la naturaleza en su propio beneficio, y logró mejorar la condición de su existencia.
La tendencia de enfatizar en un derecho protectivo del ambiente comienza, paradójicamente, cuando el hombre creía haber alcanzado la cumbre de la evolución tecnológica y científica. En la tercera década del Siglo XX existía, comprobado por la realidad, una sensación de que el hombre había alcanzado la cumbre de su bienestar existencial, fruto de haber dominado la naturaleza para beneficio propio y para el bienestar generalizado. José Ortega y Gasset escribía en "La Rebelión de las Masas" que su intención era hacer "el diagnóstico de nuestro tiempo, de nuestra vida actual. Va enunciada la primera parte de él, que puede resumirse así: nuestra vida, como repertorio de posibilidades, es magnífica, exuberante, superior a todas las históricamente conocidas."
"Nunca la Tierra se había transformado hasta tal punto en un siglo", decía Malraux. "He conocido los gorriones que esperaban a los caballos de los tranvías, en el Palais-Royal, y al tímido y seductor comandante Glenn, a su regreso del cosmos", agrega. Ortega observa que la vida de la época que le toca vivir "es mayor, ha desbordado todos los cauces, principios normas e ideales legados por la tradición. Es más vida que todas las vidas, y por lo mismo más problemática. No puede orientarse en el pretérito. Tiene que inventar su propio destino."
Este pensamiento encierra en sí dos elementos importantes para entender el proceso que tendrá lugar en la segunda mitad del Siglo XX: Por un lado la creencia en que la humanidad había llegado a un desarrollo superior, en las dimensiones económicas, sociales, políticas y culturales que en cualquier estadio anterior. El avance de la ciencia y la tecnología habían sido el motor impulsor de ese progreso que parecía no tener límites. Por otro lado, el pensador español observaba que se había generado una nueva situación, donde los principios, las normas y los ideales de antaño no servían para analizarla, entenderla, y contenerla.
Con el industrialismo, el hombre aplica los adelantos de la ciencia y de la tecnología con notables logros para su subsistencia y bienestar. La tecnología logra evitar el hambre que Malthus pronosticaba si seguía el proceso de crecimiento geométrico de la población y el crecimiento aritmético de los alimentos. Este proceso que genera tantos beneficios para la humanidad también comenzó a deteriorar, contaminar y agotar los recursos naturales. Y empieza el alerta.
En el Siglo XX la ciencia alcanza avances en áreas y con objetivos que ponen en peligro la vida de la humanidad y al planeta en toda su extensión, cosa impensada en tiempos anteriores. La naturaleza se pone en peligro de extinción integral y la humanidad potencialmente al borde de autodestruirse. "Para decirlo de un modo pintoresco,-dice Aldous Huxley- el hombre se halla en proceso de convertirse en su propia Providencia, su propio Cataclismo, su propio Salvador."
Ante esta circunstancia se alzan voces que llaman la atención sobre este fenómeno de deterioro de los recursos naturales y de los peligros del mal uso de la tecnología. Desde el núcleo mismo del sistema capitalista desarrollado surgen los primeros estudios y propuestas. La London Economics School y el Club de Roma, en la década del sesenta del Siglo XX, proponen el crecimiento económico cero. Esto es, no debía seguirse el proceso de crecimiento económico, ya que los principales recursos naturales están cerca de agotarse, como el caso de los hidrocarburos. Esta idea de poner límite al crecimiento no prosperó, pero puso en el análisis la cuestión del agotamiento de los recursos naturales no renovables. Las cumbres mundiales del año 1972 en Estocolmo, de Río de 1992 y de Johannesburgo de 2002 reflejan la preocupación internacional por la preservación del ambiente. Los diversos tratados que la Argentina ha suscripto en materia ambiental son fruto de esta evolución internacional, así como algunas leyes sancionadas por el legislador argentino son derivaciones de las declaraciones de esas cumbres internacionales.
Nuestro derecho nacional ha respondido a las circunstancias históricas, adaptándose a las necesidades planteadas por la economía, la cultura, la política de la sociedad del momento. La consecuencia ha sido un fuerte proceso de creación de normas jurídicas vinculas con los recursos naturales. La importancia de la ganadería y la agricultura se vio reflejada en la riqueza de un derecho agrario consolidado. La contaminación de los ríos y del aire, la preservación de nuestras bellezas naturales, de nuestros bosques y del suelo fue una preocupación constante en nuestra normativa nacional interna, que ha corrido independientemente del derecho internacional. La incorporación de artículos de protección del ambiente en las constituciones provinciales y en la Constitución Nacional, en la década del ochenta y noventa, reflejan la importancia social y política de la cuestión.
Tanto la vertiente internacional como la vertiente que proviene de nuestro derecho interno nacional han conformado un conjunto de normas jurídicas que se vinculan con la problemática ambiental, que nos permiten hablar de un derecho diferenciado y con características propias. Dada la importancia que adquiere hoy el ambiente en la construcción del desarrollo humano, al que se denomina desarrollo sustentable, y habida cuenta que emerge como un derecho nuevo, se hace necesaria la delimitación y definición de un derecho ambiental argentino.
Las reglas del Derecho Ambiental de que nos ocupamos se extraen mediante la abstracción de las diferentes relaciones de la vida, y vemos que se necesita el concurso de muchas reglas para establecer la forma jurídica de una sola relación que hallan en ésta su objeto común y punto de unión. Vemos que las diversas relaciones jurídicas de la vida se reúnen alrededor de grandes unidades o instituciones jurídicas que forman el esqueleto del derecho. La misión de la ciencia del derecho ambiental es estudiar primero el cuerpo general del derecho y luego sus miembros, sus partes integrantes, estudiando su disposición, el verdadero sitio que le cabe al derecho ambiental en la ordenación sistemática del derecho.
Debemos tener en cuenta que no todo el derecho agrario es ambiental, así como siendo civil en sus comienzos no todo el derecho civil era agrario. Por otro lado no todo lo que la República Argentina suscribe en el orden internacional se traduce en derecho aplicable, por lo que si no es realizable no es derecho. Es preciso, entonces, para individualizarlo y conocerlo, un largo trabajo, que en parte es obra del pueblo, que traduce en principios directrices las leyes no escritas que ha encontrado en la práctica, del legislador, que tiende a traducir esos principios populares en normas concretas o pretende modelar el futuro con nuevas reglas de derecho, y, finalmente, de la doctrina, que estudia las disposiciones y consecuencias del derecho vigente.
Hoy nos toca el trabajo de identificación y reconocimiento del derecho ambiental como miembro o parte individual integrante del derecho general. Porque el derecho es uno y único, posee unidad en la multiplicidad, individualidad en su totalidad, crece y se desarrolla como un cuerpo formado por partes. Estas partes, donde una de ellas es el derecho ambiental, no necesariamente aparecen claras en la superficie, como para verlas inmediatamente, no se manifiestan con evidencia, tal vez, por ser una parte noble y delicada. Esta acción de identificación y reconocimiento, de difusión, información y educación es la tarea del momento.
Los cambios en los ecosistemas han permitido hacer progresos muy importantes para el bienestar humano y el desarrollo económico, pero ello ha implicado un costo cada vez más alto en términos de degradación de otros servicios naturales. Sólo cuatro de los servicios que proporcionan los ecosistemas han experimentado mejoras en los últimos 50 años: mayor producción de granos, de carne y de pescado gracias a la acuicultura, y el secuestro de carbono, que favorece la regulación del clima a nivel mundial, ha sido mayor. Dos de los servicios, la pesca de captura y el agua dulce, se sitúan en cambio en niveles muy inferiores a la demanda actual, y mucho menos a la demanda futura. Estos problemas harán disminuir significativamente los beneficios que serían esperables para las generaciones futuras.
Este informe pone en primer plano una teoría del Siglo XIX elaborada por Robert Malthus: el crecimiento económico y la demanda de alimentos de una población en rápido ascenso numérico hace prever un aumento rotundo del consumo de los recursos naturales. Y esto conlleva, de no hacerse las previsiones necesarias, el deterioro y/o agotamiento de algunos de ellos.
El Reverendo sostenía que existía una discrepancia entre el crecimiento de la población y las posibilidades de expansión de la oferta de alimentos, porque en la época que escribe, (1793 fue la primera edición y 1798 la segunda y más difundida) los alimentos dependían exclusivamente de la extensión de la tierra cultivable. No tenía en cuenta el cambio tecnológico que posibilitaría posteriormente el aumento de rindes por unidad de factor. Este fenómeno de imposibilidad física, denominada más adelante ley de los rendimientos decrecientes, implicaba poner de manifiesto las limitaciones propias de todo proceso de crecimiento. Para él la población crecía geométricamente y los alimentos aritméticamente, por lo que creía apocalípticamente que llegaría el hambre y la miseria al grueso de la población. La pobreza está presente allá donde hay más bocas que panes y más cabezas que sesos. Sin embargo los sesos funcionaron y el hombre, mediante la tecnología, logró evitar que se frenara la tasa de crecimiento.
La historia de la tecnología podría decirse que es la historia de la evolución humana. El hombre, en tanto es capaz de pensar y de crear, puede desarrollar procedimientos y utilizar recursos para modificar o manipular su entorno. El hombre ha modificado la naturaleza en su propio beneficio, y logró mejorar la condición de su existencia.
La tendencia de enfatizar en un derecho protectivo del ambiente comienza, paradójicamente, cuando el hombre creía haber alcanzado la cumbre de la evolución tecnológica y científica. En la tercera década del Siglo XX existía, comprobado por la realidad, una sensación de que el hombre había alcanzado la cumbre de su bienestar existencial, fruto de haber dominado la naturaleza para beneficio propio y para el bienestar generalizado. José Ortega y Gasset escribía en "La Rebelión de las Masas" que su intención era hacer "el diagnóstico de nuestro tiempo, de nuestra vida actual. Va enunciada la primera parte de él, que puede resumirse así: nuestra vida, como repertorio de posibilidades, es magnífica, exuberante, superior a todas las históricamente conocidas."
"Nunca la Tierra se había transformado hasta tal punto en un siglo", decía Malraux. "He conocido los gorriones que esperaban a los caballos de los tranvías, en el Palais-Royal, y al tímido y seductor comandante Glenn, a su regreso del cosmos", agrega. Ortega observa que la vida de la época que le toca vivir "es mayor, ha desbordado todos los cauces, principios normas e ideales legados por la tradición. Es más vida que todas las vidas, y por lo mismo más problemática. No puede orientarse en el pretérito. Tiene que inventar su propio destino."
Este pensamiento encierra en sí dos elementos importantes para entender el proceso que tendrá lugar en la segunda mitad del Siglo XX: Por un lado la creencia en que la humanidad había llegado a un desarrollo superior, en las dimensiones económicas, sociales, políticas y culturales que en cualquier estadio anterior. El avance de la ciencia y la tecnología habían sido el motor impulsor de ese progreso que parecía no tener límites. Por otro lado, el pensador español observaba que se había generado una nueva situación, donde los principios, las normas y los ideales de antaño no servían para analizarla, entenderla, y contenerla.
Con el industrialismo, el hombre aplica los adelantos de la ciencia y de la tecnología con notables logros para su subsistencia y bienestar. La tecnología logra evitar el hambre que Malthus pronosticaba si seguía el proceso de crecimiento geométrico de la población y el crecimiento aritmético de los alimentos. Este proceso que genera tantos beneficios para la humanidad también comenzó a deteriorar, contaminar y agotar los recursos naturales. Y empieza el alerta.
En el Siglo XX la ciencia alcanza avances en áreas y con objetivos que ponen en peligro la vida de la humanidad y al planeta en toda su extensión, cosa impensada en tiempos anteriores. La naturaleza se pone en peligro de extinción integral y la humanidad potencialmente al borde de autodestruirse. "Para decirlo de un modo pintoresco,-dice Aldous Huxley- el hombre se halla en proceso de convertirse en su propia Providencia, su propio Cataclismo, su propio Salvador."
Ante esta circunstancia se alzan voces que llaman la atención sobre este fenómeno de deterioro de los recursos naturales y de los peligros del mal uso de la tecnología. Desde el núcleo mismo del sistema capitalista desarrollado surgen los primeros estudios y propuestas. La London Economics School y el Club de Roma, en la década del sesenta del Siglo XX, proponen el crecimiento económico cero. Esto es, no debía seguirse el proceso de crecimiento económico, ya que los principales recursos naturales están cerca de agotarse, como el caso de los hidrocarburos. Esta idea de poner límite al crecimiento no prosperó, pero puso en el análisis la cuestión del agotamiento de los recursos naturales no renovables. Las cumbres mundiales del año 1972 en Estocolmo, de Río de 1992 y de Johannesburgo de 2002 reflejan la preocupación internacional por la preservación del ambiente. Los diversos tratados que la Argentina ha suscripto en materia ambiental son fruto de esta evolución internacional, así como algunas leyes sancionadas por el legislador argentino son derivaciones de las declaraciones de esas cumbres internacionales.
Nuestro derecho nacional ha respondido a las circunstancias históricas, adaptándose a las necesidades planteadas por la economía, la cultura, la política de la sociedad del momento. La consecuencia ha sido un fuerte proceso de creación de normas jurídicas vinculas con los recursos naturales. La importancia de la ganadería y la agricultura se vio reflejada en la riqueza de un derecho agrario consolidado. La contaminación de los ríos y del aire, la preservación de nuestras bellezas naturales, de nuestros bosques y del suelo fue una preocupación constante en nuestra normativa nacional interna, que ha corrido independientemente del derecho internacional. La incorporación de artículos de protección del ambiente en las constituciones provinciales y en la Constitución Nacional, en la década del ochenta y noventa, reflejan la importancia social y política de la cuestión.
Tanto la vertiente internacional como la vertiente que proviene de nuestro derecho interno nacional han conformado un conjunto de normas jurídicas que se vinculan con la problemática ambiental, que nos permiten hablar de un derecho diferenciado y con características propias. Dada la importancia que adquiere hoy el ambiente en la construcción del desarrollo humano, al que se denomina desarrollo sustentable, y habida cuenta que emerge como un derecho nuevo, se hace necesaria la delimitación y definición de un derecho ambiental argentino.
Las reglas del Derecho Ambiental de que nos ocupamos se extraen mediante la abstracción de las diferentes relaciones de la vida, y vemos que se necesita el concurso de muchas reglas para establecer la forma jurídica de una sola relación que hallan en ésta su objeto común y punto de unión. Vemos que las diversas relaciones jurídicas de la vida se reúnen alrededor de grandes unidades o instituciones jurídicas que forman el esqueleto del derecho. La misión de la ciencia del derecho ambiental es estudiar primero el cuerpo general del derecho y luego sus miembros, sus partes integrantes, estudiando su disposición, el verdadero sitio que le cabe al derecho ambiental en la ordenación sistemática del derecho.
Debemos tener en cuenta que no todo el derecho agrario es ambiental, así como siendo civil en sus comienzos no todo el derecho civil era agrario. Por otro lado no todo lo que la República Argentina suscribe en el orden internacional se traduce en derecho aplicable, por lo que si no es realizable no es derecho. Es preciso, entonces, para individualizarlo y conocerlo, un largo trabajo, que en parte es obra del pueblo, que traduce en principios directrices las leyes no escritas que ha encontrado en la práctica, del legislador, que tiende a traducir esos principios populares en normas concretas o pretende modelar el futuro con nuevas reglas de derecho, y, finalmente, de la doctrina, que estudia las disposiciones y consecuencias del derecho vigente.
Hoy nos toca el trabajo de identificación y reconocimiento del derecho ambiental como miembro o parte individual integrante del derecho general. Porque el derecho es uno y único, posee unidad en la multiplicidad, individualidad en su totalidad, crece y se desarrolla como un cuerpo formado por partes. Estas partes, donde una de ellas es el derecho ambiental, no necesariamente aparecen claras en la superficie, como para verlas inmediatamente, no se manifiestan con evidencia, tal vez, por ser una parte noble y delicada. Esta acción de identificación y reconocimiento, de difusión, información y educación es la tarea del momento.
SUSTENTABILIDAD
SUSTENTABILIDAD AMBIENTAL
La sustentabilidad ambiental se refiere a la administración eficiente y racional de los bienes y servicios ambientales, de manera que sea posible el bienestar de la población actual, garantizando el acceso a éstos por los sectores más vulnerables, y evitando comprometer la satisfacción de las necesidades básicas y la calidad de vida de las generaciones futuras.
La solución a la alarmante problemática global del deterioro progresivo del ambiente y los recursos naturales, requiere atender temas puntuales de la agenda ambiental, así como realizar acciones a una escala mayor a la de los ámbitos de actuación de una sola dependencia o institución, involucrando la participación activa de la sociedad en su conjunto.
En consecuencia, el cuidado del ambiente es un tema que debe interesarnos y del que todos debemos ocuparnos. Nuestro comportamiento individual cotidiano, así como nuestras acciones de incidencia sobre otras personas o grupos, políticas, estructuras, y sistemas pueden, conjuntamente, lograr beneficios significativos para el ambiente.
Como integrantes de una comunidad y consumidores de bienes y servicios, cada uno de nosotros podemos optar por llevar adelante comportamientos y acciones ambientalmente sustentables en muchas esferas. Entre ellas, resultan especialmente relevantes nuestras decisiones respecto al uso responsable de la energía, el agua y el papel.
- Por qué es difícil lograr un desarrollo sustentable
- Cómo enfrentar el desafío de la sustentabilidad ambiental
La solución a la alarmante problemática global del deterioro progresivo del ambiente y los recursos naturales, requiere atender temas puntuales de la agenda ambiental, así como realizar acciones a una escala mayor a la de los ámbitos de actuación de una sola dependencia o institución, involucrando la participación activa de la sociedad en su conjunto.
- Qué cambios son necesarios para lograr la sustentabilidad ambiental
En consecuencia, el cuidado del ambiente es un tema que debe interesarnos y del que todos debemos ocuparnos. Nuestro comportamiento individual cotidiano, así como nuestras acciones de incidencia sobre otras personas o grupos, políticas, estructuras, y sistemas pueden, conjuntamente, lograr beneficios significativos para el ambiente.
- Cómo contribuir individual o colectivamente a la sustentabilidad ambiental
Como integrantes de una comunidad y consumidores de bienes y servicios, cada uno de nosotros podemos optar por llevar adelante comportamientos y acciones ambientalmente sustentables en muchas esferas. Entre ellas, resultan especialmente relevantes nuestras decisiones respecto al uso responsable de la energía, el agua y el papel.
- Qué prácticas o conductas puede uno adoptar para contribuir a la sustentabilidad ambiental
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